PECADORA
Ella, en su hábito negro. Por el pasillo oscuro y frío, camina llevando entre sus manos un rosario y una vela.
Unica luz que alumbra la profundidad de sus ojos, ojos que ansían el sol...y el calor...pero no lo conocen.
Virtud o vicio....parecen las únicas respuestas. Como si la pureza del alma sólo fuese posible por el encierro del cuerpo.
Como si hacerle caso a la voluntad del cuerpo, alguna vez...fuese a decaer en un torbellino del que no pueda salir.
Ella, en su hábito oscuro. Camina despacio, las piernas lentas, atravesadas por un latido intenso que no reconoce.
Llega y deja la vela encendida sobre la mesa. Se arrodilla y reza. Pide perdón por sus pensamientos.
Pero algo dentro suyo, instalado entre los pliegues de su piel, no la deja respirar en silencio.
Algo en el aire o en la ropa o en el viento que baja de la ventana y eriza las puntas de sus pechos, no la deja respirar tranquila.
Arrodillada así como está, las manos transpirándole, atrapa en los bolsillos algo parecido a esas ganas....de las que ha escuchado hablar...
Cierra más fuerte los ojos, pide piedad pero el pensamiento es más fuerte.
Ahí detrás, se percibe la sombra de El, se percibe el aire caliente como si realmente fuese El.
Se para detrás de ella, baja la tela del hábito de su cabeza y huele su pelo. Estira las hebras de su pelo, desenredándola como nunca la han desenredado, dándole sensación de libertad y desahogo.
También baja la tela de su propio hábito, descubre también su pelo, ambos vestidos aún con las telas negras, los cabellos de pronto desatados.
Ella toca por primera vez su piel y su barba, toca por primera vez la piel de un hombre.
Toca. Por primera vez, toca.
Todo lo intenso que alguna vez ha imaginado esta viviendo en los ojos de este hombre.
Todo lo que alguna vez la ha llamado mojándola en sueños, está en la mirada y en la boca de este hombre.
El desabrocha despacio los botones de su camisa , y desabrocha los botones del vestido prístino, impecable blanco de Ella.
Ella cierra los ojos cuando los dedos de sus mano pasan apenas muy cerca de sus senos.
Hay de repente un latido desbocado saltándole allí.
La boca roja de El viene a pintar un camino de besos en su cuello.Desde la barbilla hasta el ombligo, como las cuentas del rosario, uno por uno, eternos....
Ella siente deseos de hacer lo mismo.
El toma entonces los labios de su boca, la invade con el gusto de su boca, la desarma...
Las ropas oscuras livianas de los dos caen a los costados.
Virtud...o vicio....hacia dónde latir ahora?
Ambos se hunden se funden en la mirada y los besos del otro.
...
La luz apenas tibia de la vela se va apagando.
El viento que entraba por la ventana se ha quedado callado ahi.
Ella abre, como si no sintiera ese aire, abre sus ojos.
Tímidamente y frágil con miedo de encontrarlo.
Y al mismo tiempo con el deseo terrible de encontrarlo.
Pero aún continúa arrodillada.
Su espalda desnuda aún tiene alas de pureza de ángel.
Aún el rezo sobre la mesa baja, la página señalada.
Las manos más allá de los bolsillos, aprisionándola.
El velo sobre la cara y el cabello calmo y bien atado.
Los labios urgentes, húmedos, el pecho inflamado.
Cierra más fuerte los ojos, pide piedad pero el pensamiento es más fuerte.
Ahí detrás, se percibe la sombra de El, se percibe el aire caliente como si realmente fuese El.
CORINA PAEZ